5 mar 2012

Hola, Dídac

Tiempo aproximado de lectura: 1 minuto y medio

He tardado algo más de veintisiete años pero por fin me he acostumbrado a mi cara. No se trata de que hasta ahora me sorprendiera o asustase al mirarme en un espejo. Sabía que ese era yo, pero era más bien una cuestión de fe en la física y cierto conocimiento de la refracción y la reflexión de la luz, que de conocer a esa persona.

Pero hoy me he levantado para bajar del tren, me he puesto el abrigo, y me he visto reflejado en la ventana –era oscuro ya. Y por primera vez, al verme he pensado que ese era yo. No se ha tratado esta vez de un reflejo como hasta ahora, no, he visto una cara que me representa.

He visto el cansancio del trabajo, las entradas en el pelo, lo ojos preocupados por las entradas en el pelo, la incipiente esferificación de mi rostro –aquí he exagerado un poco, pero es cierto que he engordado últimamente-, esas gafas que no he cambiado en siete años, esas que compré cuando decidí cortarme mas de cincuenta centímetros de cabello, esta barba que me recuerda mi mas reciente episodio emocional –ellas las prefieren largas. Y lejos, parece ser. También he reconocido este bigote de la-mujer-de-la-limpieza-me-ha-perdido-la-maquinilla-de-afeitar.

Sólo he tenido unos diez segundos para verme, y para saludarme. “Hola Dídac. ¿Sabes? No estás tan mal, pero aféitate”. Luego he ido a comprar unas lonchas de pavo, una cebolla, y un pack de cerveza. Hay que ver las cosas que compra Dídac cuando está solo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario