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Frecuentemente leo a escritores
responder a la pregunta ¿Por qué decidiste dedicarte a esto? La mayoría
responde, con más o menos florituras, que porque no tienen más remedio. Sienten
la necesidad, casi primitiva, de escribir, de contar cosas, de sacar aquello
que llevan dentro.
A mí siempre me ha gustado
escribir, pero supongo que no puedo considerarme un escritor porque no siento
esa necesidad. De hecho, llevo meses sin publicar nada en este blog y me siento
bastante bien. Más concretamente, me siento mal, muy mal, pero no tiene nada
que ver con el blog, o con escribir en general. Así que me he puesto a pensar: ¿Qué
es lo que me impulsa a escribir cuando lo hago?
La primera respuesta me viene a la
cabeza bastante rápidamente. Busco la inyección de ego por parte de la gente
que aprecia aquello que escribo. Probablemente, esto es algo que comparto con
los escritores de verdad. También
intento usar mi pequeña habilidad para la redacción como incentivo para atraer
a hembras de mi misma especie, aunque con tan poco éxito que realmente no
merece la pena gastar las yemas de mis dedos en ello.
Otra razón, sin duda la más
importante para mí, es que me divierto haciéndolo. Me divierto imaginando historias
que me gustaría vivir. En la mayoría de casos, siempre hay alguien que haya escrito
sobre una historia parecida, así que me sumerjo en la lectura, intento
empatizar y mimetizarme con los personajes y vivir cosas que jamás viviré en la
vida real, como el borde de un coma etílico de Henry Chinaski, sonriendo
desganadamente rodeado de prostitutas indiferentes. Pero otras veces, aquello
que quiero vivir simplemente no ha sido escrito, o no he sido capaz de
encontrarlo, así que decido escribirlo yo. Lo escribo, me recreo, añado el
punto de pornografía o emotividad que me apetece en el momento dado, y lo cuelgo en el blog o lo guardo en mi
carpeta de “para el libro” – ¡jajaja, ingenuo de mí!-.
La contrapartida de esta
actividad, es que inmediatamente después de publicar la pequeña obra en algún
sitio u otro, siento bastante repugnancia hacia mí mismo y mi mediocridad. No
consigo empatizar realmente con mis personajes, y siento que lo que he escrito
es una mierda de dimensiones temporales –ahora mismo no se me ocurre nada que
ocupe más espacio que el tiempo, pero estoy ligeramente drogado, así que no me
hagáis mucho caso-. No hay manera de meterse en la historia. No hay manera de
sentir que quiero vivir eso. Siento
culpabilidad inmediata al saber que habrá alguien que aprecie el texto, y que
mi ego se nutrirá de ello, y que me hará sentir bien cuando haya pasado de
largo esta fase de autoflagelación.
Para terminar, creo acertado
afirmar que mi pequeña obra es un acto de cinismo en su más puro aspecto. Lo
único que me consuela es que por lo menos, es gratis.
Para mí escribir es como hacerse cosquillas. Uno no se ríe cuando se hace cosquillas a sí mismo porque ya sabe lo que va a pasar.
ResponderEliminarPor lo mismo no puedes empatizar con tus personajes igual que lo haces con los personajes de los demás.
Yo sí lo hago y lo disfruto (con los tuyos, quiero decir) y te echaba de menos.
Me encanta poder volver a leerte y seguir aquí para cumplir los dos requisitos que necesitas en este momento, atraer a una hembra de tu especie y aumentar tu ego.
¡Eres un amor! La verdad es que escribo contento sabiendo que tu lo vas a leer.
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