16 feb 2011

Tarta de chocolate

Hacía siete años que acudía cada día, invariablemente, al mismo restaurante. Se sentaba en su silla al fondo del establecimiento, de espaldas al cristal. Estaba todo dispuesto a su gusto: servilleta de forma cuadrada meticulosamente puesta a la izquierda del tenedor, y un vaso justo delante del cuchillo. También había, un poco más a la derecha, tres cucharitas: una para el postre, una para el café, y otra “por lo que pudiera pasar”, se decía a sí mismo. J era un tipo previsor.

Después de 2556 comidas –hoy era precisamente su séptimo aniversario ahí-, J seguía exigiendo que la camarera se acercara a pedirle qué iba a tomar. La respuesta era tan  inmutable como su rostro: un filete de ternera y una hoja de lechuga. Sin aliñar. J era poco hablador.


En el restaurante ya no se sorprendían por sus extravagancias, aunque se preguntaban quien podría ser, a que dedicaría su vida… ¿qué clase de vida puede llevar una persona que día tras día come un filete de ternera con una hoja de lechuga sin aliñar? Así mismo J, no podía dejar de pensar qué haría esa gente cuando él salía del restaurante. ¿Realmente su vida se reducía a servir mesas y preparar deliciosos filetes de ternera? No, eso no era posible: había visto como servían platos distintos a las otras mesas.

En el restaurante ya le habían inventado una vida. Era un hombre soltero, evidentemente. De no ser así, no comería todos los días en un restaurante. Además, tenia que ser un ejecutivo, siempre serio y con traje negro.
Ahí teníamos un triste ejecutivo con problemas en casa. Pero no terminaba ahí. ¿Una hoja de lechuga? Ese hombre era un enfermo. Tenía, sin lugar a dudas, problemas sexuales.

De vez en cuando, uno de los cocineros recordaba la primera hipótesis, plenamente aceptada por todos: inspector de sanidad. ¿Por qué sino un hombre iba a comer cada día al mismo restaurante? Estaba claro, era un detestable inspector al acecho. Aunque esa teoría duró apenas una semana. Después se reían, y S, siempre ella – la atractiva camarera que le servía cada día-, volvía al tema de los problemas sexuales.

Esa hoja de lechuga significa todas las carencias en su vida sexual. Lo estudié en psicología.

¿Has estudiado psicología, S? – este era Pedro, encargado de la barra.

Llegué a matricularme.

Parece más bien algún tipo de dieta. –el jefe-  Hoy en día uno publica “La dieta del filete y la hoja de lechuga” y gana más dinero que todos nosotros trabajando un mes.

Cuando terminó de comer hizo un gesto a S. Se miraron todos un momento, preocupados. Esto era inusual. Iba a suceder algo. Se acercó a la mesa con cautela, mientras repasaba imágenes mentales de gente atracando restaurantes.

Tomaré un trozo de tarta de chocolate de postre.

No tenemos tarta de chocolate…

¿No te has acordado?

¿Acordarme de qué? Lleva más de seis años pidiendo lo mismo. ¿Cómo iba a imaginar que hoy querría tarta de chocolate?

Hoy es nuestro séptimo aniversario, S. El primer día que vine pedí tarta de chocolate. No teníais, como hoy. Te dije que esperaría el tiempo que hiciera falta, pero se me ha acabado el dinero. Después de pagar la cuenta de hoy no me quedará nada, no podré seguir viniendo a comer aquí.

Lo siento…

Tranquila princesa, ha sido un placer.

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